Arista Este del Pico Acherito (Ravier 1958) un espigón de proporciones alpinas en esta modesta montaña del Pirineo occidental de perfil inconfundible. Sólo conozco a un escalador que la ha recorrido: Gregorio Ariz Martínez, el decano de los montañeros navarros. Sólo con verla de cerca ya nos daremos cuenta de que es una aventura seria a pesar de que Jean y Pierre Ravier la cotaron en III (AD), pero yo escucho los consejos del filósofo aragonés Baltasar Gracián: "Hay que empezar lo fácil como si fuera difícil. Y cuando lleguemos a lo difícil, hacerlo como si fuera fácil" Ampliar haciendo click.Desde el fondo de Oza (Valle de Hecho) tomar una marcado camino hacia el oeste por la margen derecha orográfica del barranco. En un par de horas llegaremos a la cabaña y dolmen de Acherito, justo debajo de la arista. Por pendientes de hierba y rocalla remontar el flanco sur en busca del filo. El terreno ofrece escarpes y merece la pena encordarnos para superar una corta chimenea (III sup) Junio de 2015, Victor Álvarez y Jesús Vallés acometemos con buena compenetración esta aventura pirenaica.
La cresta se va afilando. Ganamos altura sobre el mar de nubes que envuelve las valellas del Circo de Lescun. LLevamos dos cuerdas, pitones, friends y fisureros. Crampones y dos piolets pues tenemos pensado bajar por unos neveros tiesos en la vía normal. La temperatura es agradable al final de la primavera. Adelante pues.
Tramos de escasa dificultad pero con bastante exposición y malos de asegurar si no se quiere perder tiempo. Muro vertical en III sup sobre roca caliza frágil y quebradiza. Vamos tomando conciencia de las dimensiones de la arista. Un gendarme esbelto y afilado como un cuchillo nos cierra el paso. Lo bordeamos por la izquierda (sur)
Encontramos entonces el canalizo vertical y de roca fragmentada que hace unos años hizo retroceder a unos buenos escaladores de Pamplona. Atravieso una placa en delicada adherencia y me restablezco en el fondo de un diedro ligeramente desplomado donde empotro un cordino y logro posicionar un pequeño fisurero. ¡Vamos allá!
La caliza rugosa me trasmite confort y tiro para arriba de un buen agarre. Abro bien las piernas, fuera de la grieta en una cómoda aunque aérea oposición -la técnica que hizo caerse a Henry Barrio en el couloir del Lézat- y entonces descubro una grieta acertando a la primera con un friend mediano. Ahora sé que voy a poder pasar. Subo un pie, luego el otro, otra vez, y me equilibro sin estar agarrado a nada, sólo dos centimetros de la suela de mis botas. Lo tengo, sólo que no se me enganche nada ahora que voy a colgarme sobre el vacío con una mano.
Un par de movimientos y la brecha ya se me pone al alcance, conjunto V inf.
He conseguido agarrarme al canto afilado de la brecha. Un último tirón y me siento a caballo en el exiguo y afilado corte. Improvisaré una reunión empotrando nudos y reforzando con pequeños fisureros. Hago venir a Victor. Lo tenso fuerte al compañero para trasmitirle ánimo y seguridad. Hemos pasado lo más difícil ¡eh Victor!
Una fina travesía ligeramente en descenso hacia un corredor (IV inf) Encuentro viejísimos trozos de cuerda, testigo de apuradas retiradas. Tiene que ser muy chungo tener que abandonar desde aquí. Mejor tiramos para arriba!
Victor viene por la placa dejando atrás la inolvidable brecha y su gendarme puntiagudo como un cuchillo de piedra. Un pasaje inolvidable. Ampliar foto haciendo click. Arriba en lo alto el corredor se termina en un muro de extraplomos. Una chimenea lisa y vertical ofrece un camino que me parece muy liso -incluso hay un pitón- pero escojo el filo más al norte que resulta ser un conjunto de bloques amontonados. Paso con sígilo. Como un camaleón, a cuatro patas, sin respirar IV sup, muy vertiginoso.
Pasada la "cresta del horror" alcanzamos un gran hombro bajo el torreón final que empieza con un escalón vertical desconcertante. Exploramos una vira hacia el norte y Victor descubre un viejo cordino en el inicio de un relieve en forma de vira que se deja escalar con comodidad y elegancia. Hermoso pasaje, 30 metros en IV inf.
Recupero a mi compañero y el terreno hacia la cumbre resulta fastidioso y engañoso. Roca frágil y terreno confuso. Nos quedan unos 50 metros pero yo estoy cansado y mis movimientos son lentos y cautelosos. Por evitar un corto desplome me voy al filo, más fácil, y resulta que aparezco en lo alto de un gendarme con forma de puñal.
Un corto rapel nos devuelve a un terreno más acogedor. La cima ya está cerca.
Por fin salimos de esta larga y compleja vía Ravier. Incierta y entretenida, con pasajes diversos y laboriosos. Tendrá unos 500 metros de desnivel, y unos 1.000 de longitud. Nos ha costado cinco horas. Estamos cansados pero tenemos agua y comida. La bajada se encuentra bien. Arista al sur, escarpe y segundo collado. Luego laderas de nieve al este. Retomaremos el sendero hacia las praderas de Oza. Este gigantesco espinazo calcáreo nos ha exigido todos nuestros recursos. Nos metimos poco a poco sin demasiada convicción, pero la arista nos sedujo y nos capturó. La fuimos camelando, la fuimos conquistando y acabamos casi sin fuerza, agotados pero felices porque la arista del Acherito nos trato con primor y delicadeza. Nos lo dio todo.