Cumbre del pico Bernatuara. Panchita escaló varias cumbres de más de 3.000 metros.
Murió hace unas semanas de Leishmaniosis, con insuficiencia renal y anemia severa.
Una letal enfermedad que, hasta hace poco, no existía en los Pirineos.
Al fondo el Vignemale.
La reina de los Pirineos contemplando sus dominios.
Panchita con Naku. Entonces era una cachorrita juguetona.
Monte Oturia, al fondo Monte Perdido.
LOS AMIGOS DE PANCHITA LA RECUERDAN
Dicen que tener un perro en el hogar aumenta el bienestar y ayuda a la salud de los que están a su alrededor.
Panchita, desde luego, era uno de esos animales de compañía, de buena compañía... tan buenecica, con esa carita sumamente simpática.
Mi hijo Lukas y yo la queríamos mucho. Y la vamos a echar mucho de menos cuando vayamos a Sabiñánigo.
La perrita se hacía querer.
Siempre nos acordaremos de Panchita, "la Dictadora de los Pirineos", la que ponía a otros perros a raya, la escaladora inseparable de Jesús en las montañas pirenaicas.
Te has ido con la belleza del paisaje de las alturas en tus ojos. No te olvidaremos.
Eduardo Viñuales.
(En la foto Lukas, el hijo de Eduardo, con Panchita)
Por la profundidad de la nieve tuve que subir a Panchita en la mochila. Monte Güé.
Fuertes nevadas. La nieve se adhiere al pelo de Panchita y le forma unas enormes y pesadas pelotas. Estamos en peligro y hemos de llegar como sea a Acumuer antes de que anochezca.
Hace mucho viento y la meto en la mochila. Pronto se quedará dormida.
RECORDANDO A PANCHITA
Cuando llegas a Sabiñánigo, es visita obligada ir a ver al “tío Jesús”. Si no puede acompañarte en alguna escalada, siempre es bueno, compartir un café con el. Su animada conversación, buenos consejos, y nuevas y viejas historias, hacen que emprendas cualquier ascensión con una buena dosis de motivación.
Cuando aparcas en la puerta de su casa, la primera en saludar , siempre era la simpática Panchita, que desde el otro lado de la puerta del jardín, te llama con insistencia para ser correspondida. Es como si pudiera intuir que esos que por su casa asoman son montañeros, mordidos por el color del pirineo. Mueve su cola, se muestra afable y parece rogar con su simpático ladrido, “decidle que me lleve con vosotros”.
Panchita, como buena descendiente del mítico Poppy, ha sabido exprimir cada gota de su vida. Yo he tenido la fortuna de compartir algún paseo pirenaico con esta fuerte y siempre alegre perrita. Motivaba verla corretear entre nosotros, como retándonos a seguir su ritmo. Son muchas las historias que Jesús me ha contado sobre su querida compañera a la lumbre de Acumuer. Como en aquella ocasión en que Jesús, henchido de orgullo, nos relataba como la “ gran depredadora”, cazó una marmota y corrió a depositar su presa a los pies de su amo, adivinando que lejos de molestarse o reprenderla, iba a felicitarla por tamaña hazaña (de sobra es sabido el poco cariño que Jesús le tiene a estos bichos que han invadido cada rincón de las praderas pirenaicas). En otra ocasión, Jesús, que no entiende de alertas por temporal de nieve, se aventuró con su fiel amiga a una de sus excursiones y la valiente Panchita que, si Jesús no se daba la vuelta, ella tampoco, acabó , envuelta en un manto de nieve pegada a su pelaje que tuvo que remediar su amo como buenamente pudo.
Cuando Jesús me mandaba una foto de alguna ascensión, ahí está Panchita, en una arista nevada, en un ventisquero helado. Panchita ha pisado mas cumbres que muchos de nosotros, se ha zambullido en mas arroyos, en mas lagos, ha trepado por empinados riscos y todo con su fiel amigo a su lado.
Querido Jesús, Estoy convencido que has aprendido mucho de todos los perros que han pasado por tu vida y te han acompañado en su pasión por el pirineo. Es tal la simbiosis, que has adquirido con cada uno de ellos, que no puedes disimular un cierto estilo “canino” de subir montañas.
Y estoy completamente seguro que cuando un nuevo amigo venga a ocupar su lugar, sabrás trasmitirle todo aquello que Panchita te ha enseñado, porque, qué mejor manera de rendir homenaje a la memoria de una perrita tan especial."
Andrés Benesiu (Alicante)
Querida Panchita, tenías cita en la clínica veterinaria. Una inyección sin retorno te aguardaba, pero tú preferiste adelantarte y morir por tu cuenta. Yo te abrazaba pero creo que ya no podías verme ni escucharme. Tu corazón latía ya muy debilitado, perrita bonita. Tenía seis años.