Atravesamos un pueblo abandonado con varias casas restauradas, posiblemente Cajol, y por fin la pista brinca al norte, a la Val de Vió, con los macizos de Monte Perdido como fondo y los picos del Cañón de Añisclo. Hermoso paisaje, uno de los más solitarios y misteriosos de la provincia de Huesca.
De la solana a la umbría.
La pista desciende hasta Yeba entre densos pinares con las montañas nevadas al norte. Cilindro, Perdido, Soum de Ramond...
Yeba es un pueblo vacío y solitario. Hemos visto un gato, escuchamos ladrar a un perro. Nos ha costado tres horas justas de caminata. Todo por pista.
La pista hacia Ceresuela está indicada algo más arriba y hemos de retroceder y tomar al oeste entre pinares sombríos y húmedos. Se hace larga y fatigosa, irregular y con muchos repechos. Es un tramo tedioso que se hace largo.
Ceresuela, derruido y a punto de ser engullido por la maleza. LLevámos cinco horas caminando. Es hora de regresar. El día es corto todavía.
Regresamos por la pesada y monótona pista. Dejamos atrás y abajo Yeba y remontamos de nuevo hacia el sur-este por la pista. Hay un desvío que indica San Martín. Decidimos regresar por esta opción. LLanea hasta un collado más bajo y más al este que el de la pista de subida. Hay un viejo refugio y una señal que indica San Martín. Brincamos al sur y encontramos un sendero bien trazado y marcado que se interna en la espectacular garganta de paredes verticales. Impresionante este tramo.
Fuerte y decidido descenso, camino pegado al torrente, en cornisa a veces, y cambiando de margen según los cortados de la garganta imponen.
Hermosas paredes de caliza esculpida.
A la salida de la garganta el valle se abre y hay una vieja cabaña. El camino opta por la margen derecha, bosque de robles. Se sigue bien excepto un claro de hojarasca removida por los jabalíes donde se pierde. Tomar en horizontal a la derecha, sin perder altura. Ya bien definido nos lleva enseguida a San Martín de la Solana. Hotel de elegante arquitectura en un majestuoso edificio que perteneció al monasterio de San Victorián. David, un británico propietario del hotel nos indica amablemente el camino directo para alcanzar rápidamente la carretera del Valle del Ara. Básicamente desciende por un espolón, cementerio, contorneando ligeramente un cabezo de pinos, primero por la derecha y luego girando suavemente a la izquierda (valla) para descender recto a la carretera, caseta. Fin de la excursión. Han sido diez horas, casi 40 kilómetros y con un desnivel acumulado de 1.200 metros. ¡La repetiremos, verdad Toño!
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