viernes, 13 de noviembre de 2015

MUNIELLOS (ASTURIAS), ENCUENTRO CON EL OSO

Esto es un excremento de oso


OBSERVACIÓN DE UN OSO EN LOS MONTES CANTÁBRICOS

Por Edu Viñuales Cobos. Escritor y naturalista de campo.

Alto Narcea, Asturias. Día 25 / 10 / 2015

Fueron unos segundos nada más. Pero ese breve instante de tiempo lo recordaré toda mi vida. Era la primera vez que veía un oso pardo en libertad en las montañas ibéricas, en los Montes Cantábricos.

Lo que más recuerdo de dicho avistamiento era su figura corporal, su forma, tan redondeada… estaba gordito. Salía del interior del bosque de robles, donde a buen seguro estaba comiendo bellotas para nutrirse sobradamente antes de la llegada inminente de las nieves del invierno. Cruzó un canchal de rocas, y volvió a entrar en el bosquete contiguo. Fue muy breve. Estábamos a mucha distancia. Miré con los prismáticos, lo observé… me volví a por la cámara de fotos con el teleobjetivo ya montado… pero en un plis-plas había desaparecido. Ya no estaba. Pasamos luego un buen rato mirando con los prismáticos y el catalejo, esperando a que volviera a salir de aquel grupo de árboles por alguno de sus flancos, pero el plantígrado desapareció como un fantasma animal en la espesura de aquellos bosques astures.




Hayedo cantábrico


Horas antes, al amanecer, habíamos quedado con un guarda de la patrulla de la Fundación Oso Pardo. Él nos acompañó. Y nosotros fuimos con él en su labor de vigilancia y conservación de este animal amenazado. En la Cordillera Cantábrica la población ha crecido en los últimos años gracias a los esfuerzos que se han realizado a favor de su conservación. Se calcula la existencia de unos 230 ejemplares subdivididos en dos poblaciones. Mientras rastreábamos la ladera que teníamos enfrente, en la búsqueda del gran mamífero, pudimos conversar sobre muchas cosas de estas montañas vivas: de la alimentación de los osos, del encuentro con los inteligentes lobos, del uso de lazos ilegales por parte de los furtivos, de la defensa de los oseznos por parte de las hembras frente a otros machos, de la larga gestación de la especie, de los cubiles donde hibernan... 


La huella perfecta del oso pardo


Muy pronto al punto de la mañana, cuando todo estaba ún casi azul oscuro, un banco de nieblas parecía querer nublarnos la visión de la montaña que teníamos delante de nuestro aguardo, una quebrada ladera que debíamos peinar constantemente visualmente con ayuda de las ópticas. Así pasamos cerca de cuatro horas. Fueron apareciendo grupos de rebecos enriscados, las nubes subían y bajaban, iban y venían, el día se hizo más luminoso, sin lluvia… y a las 11 de la mañana apareció el oso. Al principio pensé que era una broma. Pero no, ahí estaba, cruzando un pedregal, entre bosque y bosque. Era un momento que yo llevaba años deseando vivir, y que muchas veces he imaginado que me podría suceder en los Pirineos.
Luego el guarda de la Fundación Oso Pardo nos llevó a ver rastros a otro bosque cercano. De camino nos encontramos con un excremento muy reciente –de hace un día o dos-, depositado en mitad de una pista forestal: había comido bellotas y olía a fruta. Seguimos el viaje. Entramos en las frondosidades de un maravilloso hayedo vestido de otoño. En los troncos de unas coníferas encontramos arañazos y pelos de oso que habían quedado enganchados a la corteza al rascar su pesado cuerpo. Y, por fin, en un barrizal 


Naturalista en busca de poder observar al oso


hallamos las huellas oseras, los pies del animal que se parece al hombre que anda descalzo. Un ejemplar grandote había cruzado un camino y había dejado sus pisadas. Se adivinaban en el barro, pero eran difíciles de fotografiar nítidamente hasta que Sara encontró unos metros más allá una zarpa clara, la pisada característica en el barro, adornada con las hojas recién caídas de las hayas. Fue un momento emocionante para un naturalista de campo que aún tiene mucho que ver. Fue un día para no olvidar nunca. 


Esta es su huella





G.R 15, FANLO-SARVISÉ, EL BOSQUE DE COLORES Y EMOCIONES. PRIVILEGIO OTOÑAL
Antonio Rapún.
Montañero y naturalista de Sabiñánigo.



El pasado viernes, día 6, Jesús y yo decidimos hacer el tramo FANLO - BUESA, del GR-15, y terminar en SARVISÉ. Teníamos planificado ir en dos coches, para poder ir desde Sarvisé a Fanlo, pero problemas de última hora torcieron el plan. No nos desanimamos y nos fuimos hasta Sarvisé en nuestro funcional y transpirenáico OPEL KADETT. Dejamos el coche y a las 7,30 h de la mañana partíamos, con nuestras mochilas a la espalda, camino de Fanlo, pasico a pasico, dispuestos a recorrer andando los 11 kms de carretera que hay hasta ese pueblo para después, ya por senda, hacer la impresionante ruta otoñal del GR-15 "FANLO - BUESA - SARVISÉ". Cuando llevábamos unos 3 kms pudimos parar a una camioneta que, con tres personas dentro, iban a recoger las vacas. José Manuel Oliván, el dueño de la ganadería y conductor del vehículo, tuvo a bien llevarnos hasta el comienzo de la senda, a pesar de que ellos no iban hasta ahí. Así que hicimos unos kms de "cabañera" con ellos y añadimos otro bonito matiz rústico al precioso día que nos esperaba. Vaya desde estas líneas nuestro más sincero agradecimiento a José Manuel.
Aas 8,30 h iniciamos la andada. La senda FANLO - BUESA es una explosión de belleza. Desde que comienza hasta que termina es como estar dentro, casi formando parte, de esa inmensa masa forestal autóctona que, en este tiempo de otoño, se colorea con toda la gama de colores ocres que pueden existir. Recorrer LA PARDINA DEL SEÑOR es un privilegio. Ahí se encuentran inmensas superficies cargadas de hayedos, abetales, pinares, acebos y otras especies vegetales de la zona. La senda es como una alfombra, como la más aterciopelada moqueta, pero una moqueta vegetal, una alfombra acolchada y formada por los millones de hojas que ya han caido de las hayas y que parece que se hayan depositado en el suelo para hacer más cómodo el camino. Se atraviesa el río Chate y otros muchos barrancos, algunos con hermosas cascadas, pero todos con aguas claras y limpias. No es de extrañar que LA PARDINA DEL SEÑOR esté considerado uno de los mejores bosques de España para poder disfrutar del colorido que nos ofrece el otoño. Varios kms adelante se comienzan a ver robles y, entre ellos, se atisban algunos arces de color oro. Es un color que enamora porque sólo se puede ver en un lugar así.
 Según vamos avanzando comenzamos a ver algunas bordas y robles, muchos robles, cada vez más y más, hasta que se ven unos inmensos y densos quejigares que nos anuncian que, poco a poco, nos vamos acercando a BUESA. Son unas masas forestales de cajicos tan inmensas que te hacen detener para mirarlas con atención y tratar de incorporar a la mente semejantes expresiones vegetales de la naturaleza. Poco después, y a través de una pista, vamos llegando a un punto desde el que ya se ve Buesa. Una vez en el barrio bajo de este pueblo se puede ver, colgado, el barrio alto de la Iglesia. Sin tener que subir vemos el desvío hacia SARVISÉ. La senda está bastante bien y nos conducirá, en una pronunciada bajada, hasta el final de nuestro trayecto en dicho pueblo. Eran las 13,30 h. Habíamos dejado atrás unos 17 kms de bosque y cinco horas de belleza. Fueron cinco horas de embrujo vegetal, cinco horas caminando por dentro de un bosque especial, cinco horas de disfrute de los colores ocres, cinco horas de simbiosis con la naturaleza, cinco horas de privilegio para los cinco sentidos ( muy especialmente para la vista y el olfato ) pero también un privilegio para el espíritu y para la paz interior.
Una excursión absolutamente recomendable.
Toño Rapún.

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