Iniciamos el rodeo de la Peña Rueba, ruta abierta por el himalayista de Ayerbe Toño Ubieto y que ya he recorrido en tres ocasiones invirtiendo unas seis horas. Empezaremos en el gran techo característico del espolón suroeste y lo haremos en el sentido de las agujas del reloj. Son las 10:30 h de la mañana, un poco tarde, me temo. Y así será pues tendremos que renunciar en el largo frontal de la cara sur al descubrir que el sendero ha desaparecido devorado por la vegetación. Me acompañan Chucky y Luis Miguel. 16 de diciembre de 2020. Ampliar las imágenes haciendo click. Van a ser siete horas muy intensas, con extravíos y lucha con los zarzales.
Apenas llevamos una hora y ya hemos perdido el sendero. Después de probatinas y a punto de renunciar conseguimos encontrarlo por la canal más al norte de las dos que cierran el circo. Arriba la aguda brecha de la Peña Rueba a la que llegaremos en diagonal desde la izquierda en una remontada penosa por un canalón muy empinado no visible en la fotografía. Es el punto más elevado y allí empieza lo más difícil.
Vira en dirección a la brecha. Muy pintoresca.
Rellano con dos pinos. Buena referencia.
Por fin, a las 13 h llegamos a la brecha noroeste. El punto más elevado.
Lo más penoso será descender en paralelo a la cara norte de la Peña Rueba. Optaremos por un espolón de encinas y coscojos. Al fondo se ven los Mallos de Riglos. Tendremos que ir perdiendo altura por donde mejor se pueda. No alejarse nunca demasiado de la Peña Rueba pues hay unos cortados abajo del todo y no se podría seguir. La fragosidad del monte es increíble. Hay que armarse de coraje y meterse por los túneles y pasadizos de los jabalíes. A menudo las zarzas imposibilitan el paso.
Espolones y gran diedro de Peña Ruaba. Más de 300 metros de pared vertical. Escalé el diedro en 1977. Única repetición, y sin vivac. El escalador aragonés Juan Carlos Castaño ha asegurado estas vías dotándolas de un mínimo equipamiento, clásico para civilizar un poco la brutal exposición de esos itinerarios.
Luis Miguel ensangrentado tras luchar con las jodidas y cabronas zarzas.
Ahora seguimos un senderito bajo el espolón este y llegaremos a una pista forestal que baja a la carretera. Es una escapatoria fácil y segura pero insistimos en cerrar la vuelta y proseguimos hacia la esquina sur este.
Collado sur-este. Hay dos buenos hitos pero aquí se acaba el sendero. Tiramos casi una hora más ya en plena cara sur pero ya monte a través abriéndonos paso por terrenos empinados y abarrancados. Son las 15,30 h y solo nos quedan dos horas de luz. Después de haber pasado por aquí en tres ocasiones, la última hace unos seis años, decido pedirle a Luis Miguel que retrocedamos hasta la pista de la cara este y terminemos la circular por la carretera y la pista que sube a las balsas, donde está aparcado nuestro coche. A regañadientes Luis Miguel acepta.
Con la última luz, por un atajo, olivares, dos kilómetros de carretera y la subida de la pista conseguiremos completar la vuelta a la Peña Ruaba. Creo que hemos optado por lo más prudente. El tramo final discurre por un camino entre cortados. Muy mal sitio para que te pille el ¨negro jabalí¨ (la noche) Estamos muy contentos, Chucky también, de que todo acabe bien. Ahora haremos unas paraditas en los bares de Ayerbe y después en el recién reformado "Cobertizo" con un delicioso surtido de raciones.
Ampliar imagen para apreciar que nos faltaba casi todo el frontal de la cara sur hasta llegar al techo, el punto de partida. La ruta circular a la Peña Ruaba está engullida por la vegetación. Los barrancos y cortados pueden convertirse en una trampa. En verano no hay agua. Un vivac a pelo casi nunca es agradable. Los zarzales funcionan como los barrotes de una celda: No te dejan pasar. Y si las zarzas dicen No, es No.
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