Deliciosa fuentecita llegando al Col de Balme frontera Suiza-Francia ya acabando el indescriptible Tour del Mont Blanc. Sin estas humildes fuentecillas sería imposible completar los seis intensos días caminando por los flancos del coloso alpino, tal es la demanda de hidratación que el esfuerzo físico y mental nos va a demandar. 10.000 metros de desnivel acumulado a lo largo de unos 175 kilómetros atravesando los territorios nacionales de Francia, Italia y Suiza procurando pasar desapercibido. Ampliar imagen haciendo click. Lo más importante: Ni subiendo ni bajando dejes pasar la oportunidad de llenar tus cantimploras. Quedarte sin agua no es una opción. Te verías muy apurado. Ampliar las imágenes haciendo click.Sendero Petit Balcón. Primera etapa Argentiere-Les Houches. Me he bañado en el Havre, el impetuoso río del Mont Blanc. Me quito la fatiga del viaje.
Entre Argentiere y Les Houches transcurre la única etapa llana por el fondo del valle del río Havre. Senderito pintoresco y amable muy utilizado por veraneantes. Son unas cinco horas y vamos calentando después de un largo viaje en tren por Canfranc, Pau, Lyon y Saint Gervais. Ombeline, una joven mamá regenta con maestría y delicadeza el alojamiento y manutención del albergue Michel Fagot en Les Houches. Aprovecharemos el paso por Chamonix para la última compra o el capricho que necesitamos para emprender el rodeo al Gran Mardano Blanco (Mont Blanc 4.810 m)
Los hijos del Gran Mardano Blanco se nos van apareciendo, apabullantes, desafiantes: L´Aiguille Verte y el increíble Petit Dru, escalado por mis compañeros Valentín, Lalo, Ambrosio y Fernando en 1977. Yo estaba en la mili entonces. Le pedí permiso al capitán para ir también al Pilier Bonatti y me advirtió "Como te escapes a Francia te meto en una prisión militar" El tipo hablaba en serio y tuve que renunciar.
Escondida entre las nubes aparece allá arriba, altísima, la cima del Gran Mardano Blanco (Mont Blanc) que he ascendido en dos ocasiones. Ampliar imagen haciendo click. A l´Aiguille du Midi no la voy a fotografiar. Estuve a punto de morir después de escalar su hermosa cara sur, pero no por que me cayera una piedra o me fallara un pitón. Bah... mejor me olvido de esa historia.
Pasarela entre Col de Voza y Col de Tricot. Torrente de Bionassay.
Excursión escolar con profe incluido. Los chicos y chicas van sin mascarilla. ¡Muy bien! Mientras tanto, los niños españoles ahogándose con la maldita mascarilla...
Desde Les Houches empiezan las cuestarracas del Mont Blanc. Col de Voza 1.653 m y Col de Tricot 2.1120 m, con el marco estético de les Domes de Miage y la tremenda Aiguille de Bionassay cuya cara norte querría escalar. Así iremos llegando a Les Contamines en fuerte bajada por hermosos bosques. El camping Le Pontet, regentado por Marco, es espacioso y confortable. Cometo el error de regalarle mi gorro peruano. Dos días más tarde lo lamentaré vivaqueando, cuando el frío me muerda la cabeza. Por suerte llevo un buen pañuelo para protegerme cuello y orejas.
Al fondo las Domes de Miage. Paisaje idílico y pastoral.
Notre Dame de la Gorgue. Fuerte componente cristiano. Remontaremos tres collados seguidos: Bonhomme, la Croix con su refugio acogedoramente gastronómico, hasta el más elevado del Tour del Mont Blanc, Col des Fours 2.665 m, con imponentes vistas sobre el confín de Francia en la cara sur del Gran Mardano Blanco.
Col de Bonhomme, a mitad de camino entre Les Contamines y le Mottet. Irineo, un simpático caminante acompañado de su hija, Romana. Al fondo las Aiguilles de Tre la Tete. Irineo y su hija van a abrir un refugio en Les Chapieux.
Refugio Col de la Croix du Bonhomme. Al fondo el Gran Paradiso.
Col des Fours con la Aiguille des Glaciers 3.816 m al fondo. La bajada al valle es rápida desechando dos caminos horizontales que dejaremos a nuestra izquierda.
Un simpático y numeroso grupo con caballería y todo remontan en dirección oeste. Pronto llegaremos al complejo y bien administrado refugio des Mottets. Concierto musical nocturno. Estupendo ambiente. Bellas mujeres sirven la cena y se ocupan de todo. Empiezo a preocuparme conforme me voy acercando a la frontera italiana. Un grupo de Castellón, con perro incluido, acampan cerca del refugio. Mañana piensan llegar a Courmayeur y volver a Chamonix en el autobús abandonando el tour. Compartimos impresiones y temores. Si nos pillan los carabinieri nos obligarán a hacernos ese asqueroso test chino, invasivo y repugnante, falso y truculento como casi todo lo que hace ese pueblo esclavo e infeliz, prolífico fabricante de objetos baratos de corta duración que ha creado un grave problema al Planeta con su infinita e inacabable producción de plásticos y la ubicación de antenas 5G en el Everest.
Ya he entrado en Italia y los carabinieri no me estaban esperando con el hisopo preparado, ja, ja! Llueve un poco y los de Castellón se quedan atrás. Yo tiro a toda leche, huyendo del maldito PCR (¡menuda patraña!) y me desvío por el Val Veni, más turístico y pegado al Mont Blanc. Mi estrategia para pasar desapercibido va a ser precisamente ser muy visible, como un senderista más entre senderistas y ciclistas italianos. La Aguja Negra de Peuterey se me pone encima como un colmillo inmenso, descomunal, de proporciones brutales, semioculta por la niebla. ¡Ostia, cuanto me gustaría escalar ese puñal de granito negro, atemorizante. Creo que la lluvia que cae sin parar me está beneficiando. Saco mi capa y camino por el arcén once kilómetros. Los del Tour van más al sur por un collado y bajarán directos a Courmayeur. Si yo fuera un carabinieri los estaría esperando en el puente del río Dora Baltea, arteria fluvial del Valle de Aosta. Pero yo ya traigo la jugada pensada desde España. Cruzaré el Dora Baltea más arriba, desde Entrevés por La Saxe. Ahora Courmayeur, con su hospital lleno de psicópatas de bata blanca con sus hisopos y jeringas, queda atrás, como una pesadilla. Lamento hablar así pues también les estoy agradecido a algunos y a algunas de ellos. ¡Malditos sanitarios, me están amargando el Tour del Mont Blanc!
Glaciar de la Brenva. Joder, no estoy para hielos ni ostias ahora. Voy pendiente si se para junto a mí algún coche con luces o sirenas. Paso el río y me encaramo por un hermoso abetar en fuerte remontada de dos horas hasta el refugio Bertone. Paso de largo y me llaman a gritos en italiano ¡oye, que el refugio es aquí! Yo me hago el sordo, el loco, y aprieto la marcha, respondiendo a sus insistencias con un "rifugio Bonatti" que está un par de horas más arriba. Se me está haciendo de noche y se pone a lloviznar. Ni de coña dormiré en el refugio Bonatti. ¿Qué pasa si al inscribirme descubren que soy español y tienen instrucciones, ordenes, de comunicarlo a la policía? Sólo puedo encomendarme a la Santísima Virgen María, la madre de Jesucristo nuestro señor. Y ella acude en mi ayuda pues encuentro un establo con dos cuadras amplias y con estiércol seco. Rápidamente preparo mi vivac, esterilla y saco. Ceno unos higos y enseguida me quedo profundamente dormido pues hoy he caminado durante doce horas. Pero un estrapalucio me despierta. Son las vacas que irrumpen en el prado junto a las cuadras. ¡Ostia, el pastor las va a encerrar, me verá y con seguridad me denunciará a los carabinieri! Entro en pánico, pero lo que aparece es un perro grande y guapo. Me mira con nobleza, en silencio, y siento que me está diciendo ¡Ah, eres tú! El perro se lleva las vacas al abrevadero y después deciden ignorarme desapareciendo en el bosque ya oscurecido por la noche. ¡Claro, joder! ¿Es que no he salvado yo la vida a varios perros enriscados en peñascos o cumbres heladas? Por si acaso les abro a las vacas la otra cuadra que estaba cerrada. Pero no vendrán ya en toda la noche. Cae un buen chaparrón. Me arrebujo en el saco acordándome del gorro que le regalé a Marco, del camping en Les Contamines. Joder, tengo frío en la cabeza. Menos mal que encuentro un pañuelo de abrigo.
Bosque de abetos. Subida hacia los refugios Bertone y Bonatti.
Antes del amanecer ya me he tomado un café frío, recogido mi equipo de vivac y dejado todo como estaba. Enseguida llego al refugio Bonatti y su espectacular paisaje, hoy tapado por las nieblas. Veo a la gente desayunando dentro. Imagino el chocolate caliente, el pan con mantequilla, el café recién hecho, pero aprieto la marcha y las laderas de la Val Malatra se me tragan y corro por los senderos como un bandido perseguido por la justicia. Los nervios me hacen perder el camino principal. De pronto una cabaña, un aprisco, ovejas y perros. Tres gigantes mastines me ladran y se me echan encima. Pero solo quieren jugar y agarran mi mochila los muy cabritos. Enseguida llego a Lavachey y me confundo con los caminantes del Tour del Mont Blanc que, haciendo trampita, han subido en taxi por Planpincieux y se incorporan a la ruta. ¡Qué perrillos, ja, ja! Oye, mira, a mí me parece bien. Venimos a disfrutar. No a sufrir.
Ayer al atardecer el Mont Blanc se me apareció con su cumbre resplandeciente sobresaliendo por encima de las nubes. Parecía un gran mardano blanco. Hoy está muy nublado cuando llego al enorme refugio Elena. Tiene un habitáculo para el invierno muy bien equipado con colchonetas y mantas. Sillas y mesas. Yo paso de todo y tiro para arriba como un cohete para salir cuanto antes de Italia. Otros caminantes que veo aparecer tras de mí podrían ser los carabinieri o chivatos delatores. ¡Joder, qué sin vivir. No estoy disfrutando! Puta plandemia...
Grand Col Ferret 2.537 m. Estoy en Suiza. A salvo de los carabinieri. Ahora tendría que presentarme a la policía y ponerme diez días aislado en cuarentena. En un hotel habilitado al efecto o en un centro "sanitario". Multas de hasta 10.000 francos suizos (10.000 euros), pero no pienso hacer nada de eso. ¡Ni cuarentena ni leches!
Dos horas en fuerte descenso (veo volar un quebrantahuesos, buen augurio) y llego al fondo del Val Ferret suizo. En un alpage donde fabrican queso unas mujeres jóvenes, varias de ellas preñadas, se compadecen y me sirven un buen café. Luego sabré por Lucien que son polacas que se han establecido en el valle. ¡Viva Polonia, ja, ja! Hay una carreterita y un restaurante donde como hasta hartarme y me bebo unos buenos vasazos de "vin rouge" tintorro. Lo mejor de todo es comer y beber, ja, ja!
Lucien (70), intrigado por mi apetito pantagruélico, decide conocerme y se presenta. En 1987 era el capitán del equipo suizo que ganó la competición del Tour du Mont Blanc contra franceses e italianos. Nos hacemos amigos y Lucien y su esposa me acompañan durante unas horas por trochas y atajos haciéndome ganar mucho tiempo. Este valle se me hace muy largo y cojo la carretera e intento correr harto de tanto sendero. Tengo que pedir agua en un chalet. Luego entro en el bar Le Portalet (Praz de Fort) a tomar un buen café. He visto un cartelito Champex 6 kmts pero me salto el desvío y el resultado son once o doce kilómetros de carretera hasta que llego, ya de noche, al lago y su urbanización turística. Este tramo es recorrido en autobús por algunos participantes en el TMB. Ahora buscaré alojamiento y restaurante. Por aquí no se ven policías ni nada parecido. Me relajo un poco. Hoy he caminado casi doce horas.
Paisaje típico de la región suiza del Mont Blanc. Al otro lado está Argentiere donde pienso llegar mañana si todo va bien. Encuentro alojamiento y ceno en un restaurante que ya estaba cerrando. La señora Claudine del albergue Plein Air me pregunta si soy español. Le digo que sí y sonrrie. Ella veranea en Calpe. Cuando le digo que he escalado el Peñón de Ifach le parezco encantador y me invita a una bebida. ¡Vin rouge, Claudine! No me pide el DNI ni pregunta nada. Los pies me arden. Duermo bien pero he de envolverlos en una toalla húmeda. A la mañana un potente desayuno en la panadería de Claudine y arreando hacia Bovine. Lucien me ha explicado que la variante de Arpette es perdedora con niebla y peligrosa con lluvia. Iremos pues por Bovine y sus paisajes pastorales.
Las cruces se destacan en la niebla. Temperatura agradable. Chispea pero no llueve. Camino de maravilla. Estoy animado pero todavía he de pasar el último pueblo antes de salir de Suiza. Col de la Forclaz. Sendero suave y tendido.
Paso Bovine, 2.000 m. Me encuentro con grupos de senderistas. Abajo entre la niebla se intuyen los profundos valles suizos de la región del Mont Blanc, bautizado por mí como "Gran Mardano Blanco" En el Col de la Forclaz hay un restaurante. Cruzo la carretera y me tomo un buen menú. No hay policías aquí.
Estoy acabando de remontar el último obstáculo, el Col de Balme. Llueve un poco pero tengo sed. Hay una fuentecilla donde bebo y lleno mi cantimplora. Es el sexto día de este inolvidable contorneo al Gran Mardano Blanco y estoy a punto de salir de Suiza. Sin PCR ni cuarentena. He sabido dar el esquinazo y la suerte me ha acompañado. No me han echado el guante. ¡Que se jodan los hijoputas sanitarios!
Col de Balme 2.191 m. Son las cuatro de la tarde. El refugio parece cerrado. En tres horas llegaré a Argentiere. Pillaré el tren y dormiré en algún hotel de Saint Gervais-Les Bains. ¡Mañana temprano vuelvo a casa, ja, ja!
La bajada ha sido rápida y algo vertiginosa. Estación de esquí. Mi Tour del Mont Blanc se acaba viendo entre la niebla las agujas de Tour. Ahora Mont Roc y Argentiere. Llueve un poco, todos los días ha llovido y no he pasado nada de calor, pero apenas he visto el Mont Blanc ni sus hijos y sobrinos. El Gran Mardano Blanco me ha tratado con exquisita delicadeza. Ningún percance, ni extravío. Todo ha ido bien y no me las he visto con la policía ni tampoco nadie me hizo preguntas. Seis días para completar la vuelta está bastante bien. Han sido casi sesenta horas caminando con una buena mochila. 175 kmts y 10.000 metros acumulados en subida y bajada. He pasado doce collados y pisado los montes de tres países. Tour del Mont Blanc, te quiero.